El timo está localizado en la parte superior del pecho y produce linfocitos-T (glóbulos blancos que combaten las infecciones y destruyen las células anormales).
Esta hormona va decreciendo paulatinamente hasta casi desaparecer, en el adulto. Alrededor de los dos años alcanza su mayor desarrollo para luego tener un proceso regresivo hasta su atrofia.
Tiene una función de secreción interna influyendo sobre el crecimiento y el desarrollo del esqueleto, sobre la nutrición en general y sobre la maduración sexual.
Su insuficiencia retrasa el crecimiento y altera el proceso de osificación de los huesos y la madurez sexual.
También el timo tiene una función no endocrina que se relaciona con la inmunidad, su extirpación en los recién nacidos ocasiona la muerte.
El timo produce glóbulos blancos y ciertas sustancias que son transportadas a los ganglios linfáticos encargados de defender al organismo de enfermedades mediante la formación de anticuerpos.
Él crece cuando estamos alegres y encoje a la mitad cuando estamos estresados y aún más cuando nos enfermamos.
Pensamientos negativos tienen más poder sobre el que los virus y bacterias. Como esa actitud negativa no existe en forma concreta, el timo intenta reaccionar y se debilita, luchando contra un invasor desconocido y abre espacios para síntomas de baja inmunidad, como los herpes.
En compensación, pensamientos positivos consiguen activar todos sus poderes, recordando que la fe remueve montañas.